300 años después… Catalunya por sus fueros
* Agirre Lehendakaria Center. Artículo escrito para su publicación hoy en el diario catalán El Punt Avui, por juan josé ibarretxe - Domingo, 22 de Diciembre de 2013
difícilmente olvidaré el día 1 febrero de 2005, cuando en nombre de mi país presenté en las Cortes en Madrid el Nuevo Estatuto Político para Euskadi, que había sido refrendado por la mayoría absoluta del Parlamento Vasco. No me sorprendió la respuesta del PP, porque siempre ha pensado y sigue pensando lo mismo.
Sí me sorprendió la actitud y respuesta del PSOE que, en la persona de Alfredo Pérez Rubalcaba, pronunció el discurso más canovista. No es de extrañar, con precedentes como este, que para defender el "nuevo patriotismo constitucional" las gentes en España prefieran el original, el PP, que la copia, el PSOE. Y, a decir verdad, también me produjo un punto de tristeza el discurso tibio de alguno de los parlamentarios catalanes, que contrastaba con las numerosas muestras de cariño que recibí por parte del pueblo catalán y por las que estaré eternamente agradecido.
Y porque sé de la importancia de los apoyos sin fisuras es por lo que quiero que mi mensaje sea inequívoco. Por supuesto, respeto profundamente el camino que Catalunya ha iniciado. ¡Faltaría más! Pero es que -además- me alegro en el alma de que lo hayáis emprendido. Como uno se alegra por los anhelos ilusionantes de los amigos, como uno se alegra por los logros de un hermano. Quiero que sepáis que me tenéis no detrás, sino a vuestro lado.
En el fondo, lo más relevante -con serlo- no es si Catalunya será independiente o no. Lo más relevante es que la sociedad catalana en su conjunto pueda decidir libre y democráticamente cómo quiere que sea su futuro. Es una cuestión de democracia.
La Generalitat, de acuerdo con una gran mayoría de fuerzas políticas del Parlament, ya ha hecho pública la fecha de la consulta y las preguntas que se formularán. Se puede estar o no de acuerdo con ellas, pero son dos preguntas claras y directas. Dos preguntas que no prejuzgan ni condicionan el resultado.
¿Estamos todos dispuestos a aceptar la decisión que libre y democráticamente adopte Catalunya, sus ciudadanas y sus ciudadanos? ¿Independientemente de que la decisión final sea una u otra? Estamos ante una cuestión preliminar y esencial que tiene que ver con los valores democráticos y con el respeto a la identidad nacional de Catalunya.
La respuesta ya avanzada en Madrid es no. Que no se está dispuesto a respetar la decisión democrática de la sociedad catalana. Y, en realidad, lo que se quiere impedir, como en el caso vasco, es que se haga la consulta democrática. Esto es: "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Porque lo que se teme no es a la pregunta, sino a la respuesta de Catalunya.
¿Catalunya está planteando algo desconocido y nunca visto en el derecho internacional y en las relaciones políticas entre instituciones que provocan que sus pretensiones sean imposibles o estén abocadas al fracaso? La respuesta obviamente es que no. Catalunya no está haciendo algo diferente de lo que hizo Quebec, de lo que hizo Montenegro o Kosovo, del debate que se realiza en Flandes o Groenlandia, de lo que se propone igualmente hacer Escocia, por solamente poner ejemplos del mundo desarrollado.
Luego no estamos ante algo inusual o descabellado. Y no hay ninguna norma en los tratados de la Unión Europea (y no pudiera haberla si se pretende democrática) que impida que un pueblo, una nación, pueda expresarse democráticamente sobre su futuro político.
Claro que España sí se diferencia de la UE que abordó la consulta montenegrina. España se diferencia del resto de países de la UE cuando no reconoce a Kosovo. España se diferencia del Reino Unido cuando aborda la cuestión escocesa. España se diferencia de Canadá y su forma de abordar la cuestión del Quebec.
La única solución que España es capaz de ofrecer por el momento es el portazo. Con los pueblos catalán y vasco no hay nada sobre lo que hablar, no hay nada sobre lo que discutir, no hay nada sobre lo que negociar, no hay nada sobre lo que decidir. La respuesta es el no por el no, en un rancio ejercicio de nacionalismo español de suma cero. Esto es, definirse a sí mismo negando a los demás.
¡Qué lejos queda esta actitud antidemocrática de la mantenida por el Gobierno británico en relación con Escocia! "El Reino Unido no puede mantener un país en su seno contra la voluntad de su pueblo", dijo David Cameron, primer ministro británico, tras alcanzar un acuerdo con el ministro principal de Escocia para que el Parlamento escocés regulara y el pueblo escocés decidiera en referéndum sobre su futuro antes de 2014.
El resto, aunque el objetivo como hemos dicho es impedir por todos los medios que la consulta se haga, es el conocido recurso al miedo sobre las consecuencias de una eventual decisión afirmativa. Miedo a quedar fuera de Europa. Miedo a que los catalanes no tendrán pensión que cobrar. Miedo al bienestar futuro de nuestros hijos e hijas. Miedo a la inviabilidad económica de Catalunya. La misma historia de siempre: miedo para paralizar, miedo para dividir, miedo para impedir.
Es verdad que el Estado español, con este tipo de argumentos, quiere aparentar fortaleza, pero proyecta debilidad y una praxis democrática débil, muy débil. Lo preocupante es que, ante la insistencia militante de algunos medios de comunicación, a algunas personas les valgan estos razonamientos. De hecho, son ciertamente argumentos curiosos: el que quiere preguntar divide y el que no quiere preguntar, el que quiere prohibir que se pregunte -por el contrario- integra. ¡El mundo al revés!
Por otro lado, muchas son las advertencias que, con muy buena intención, se hacen desde España en relación con el proceso vivido en Euskadi para profetizar el "rotundo fracaso" al que está abocada Catalunya.
No dicen que lo que ocurrió en el caso vasco fue que España, con un portazo antidemocrático dijo no, pero que la mayoría absoluta de las dos terceras partes del pueblo vasco, en el Parlamento Vasco, dijeron sí. Y que el asunto volverá ¡Claro que volverá! Volverá una y otra vez hasta resolverse. Los vascos… y vascas, si algo somos, es insistencialistas.
Así que, que no se preocupen por los vascos, que no os confundan, porque como diría mi buen amigo Miquel Marti y Pol: "… que tot esta per fer y que tot es possible". Y el futuro de Catalunya lo deberéis escribir catalanes y catalanas, ejerciendo vuestro derecho a decidir libre y democráticamente, tal y como se hace ya en otros países con toda normalidad.
Y es que las cosas, cuando no están resueltas, vuelven. Así, 300 años después de aquel infausto 1714, Catalunya vuelve por sus fueros, reivindica sus constituciones y libertades, quiere tener su protagonismo en Europa y en el mundo. Y a diferencia de entonces, dependéis solo de vosotros mismos. No hay reinos ni tronos en disputa, ni podéis ser canje de intereses espurios.
En todo caso, podéis estar seguros de que se utilizarán todo tipo de trucos sibilinos para impedir vuestro democrático camino. ¡Ah! ¡Eso sí! Algo será igual, los principales caballos de Troya contra la libre decisión democrática de Catalunya -como ha ocurrido también históricamente en Euskadi- no estarán ubicados en La Castellana, sino, al igual que hace 300 años, en Las Ramblas.
Recién finalizado el año de Espriú, permitidme que concluya con un verso del gran poeta: "Escolta, Sepharad: els homes no poden ser si no són lliures. Que sàpiga Sepharad que no podrem mai ser si no som lliures."
Sí me sorprendió la actitud y respuesta del PSOE que, en la persona de Alfredo Pérez Rubalcaba, pronunció el discurso más canovista. No es de extrañar, con precedentes como este, que para defender el "nuevo patriotismo constitucional" las gentes en España prefieran el original, el PP, que la copia, el PSOE. Y, a decir verdad, también me produjo un punto de tristeza el discurso tibio de alguno de los parlamentarios catalanes, que contrastaba con las numerosas muestras de cariño que recibí por parte del pueblo catalán y por las que estaré eternamente agradecido.
En el fondo, lo más relevante -con serlo- no es si Catalunya será independiente o no. Lo más relevante es que la sociedad catalana en su conjunto pueda decidir libre y democráticamente cómo quiere que sea su futuro. Es una cuestión de democracia.
La Generalitat, de acuerdo con una gran mayoría de fuerzas políticas del Parlament, ya ha hecho pública la fecha de la consulta y las preguntas que se formularán. Se puede estar o no de acuerdo con ellas, pero son dos preguntas claras y directas. Dos preguntas que no prejuzgan ni condicionan el resultado.
¿Estamos todos dispuestos a aceptar la decisión que libre y democráticamente adopte Catalunya, sus ciudadanas y sus ciudadanos? ¿Independientemente de que la decisión final sea una u otra? Estamos ante una cuestión preliminar y esencial que tiene que ver con los valores democráticos y con el respeto a la identidad nacional de Catalunya.
La respuesta ya avanzada en Madrid es no. Que no se está dispuesto a respetar la decisión democrática de la sociedad catalana. Y, en realidad, lo que se quiere impedir, como en el caso vasco, es que se haga la consulta democrática. Esto es: "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Porque lo que se teme no es a la pregunta, sino a la respuesta de Catalunya.
¿Catalunya está planteando algo desconocido y nunca visto en el derecho internacional y en las relaciones políticas entre instituciones que provocan que sus pretensiones sean imposibles o estén abocadas al fracaso? La respuesta obviamente es que no. Catalunya no está haciendo algo diferente de lo que hizo Quebec, de lo que hizo Montenegro o Kosovo, del debate que se realiza en Flandes o Groenlandia, de lo que se propone igualmente hacer Escocia, por solamente poner ejemplos del mundo desarrollado.
Luego no estamos ante algo inusual o descabellado. Y no hay ninguna norma en los tratados de la Unión Europea (y no pudiera haberla si se pretende democrática) que impida que un pueblo, una nación, pueda expresarse democráticamente sobre su futuro político.
Los principales caballos de Troya contra la libre decisión democrática de Catalunya no estarán en La Castellana
La única solución que España es capaz de ofrecer por el momento es el portazo. Con los pueblos catalán y vasco no hay nada sobre lo que hablar, no hay nada sobre lo que discutir, no hay nada sobre lo que negociar, no hay nada sobre lo que decidir. La respuesta es el no por el no, en un rancio ejercicio de nacionalismo español de suma cero. Esto es, definirse a sí mismo negando a los demás.
¡Qué lejos queda esta actitud antidemocrática de la mantenida por el Gobierno británico en relación con Escocia! "El Reino Unido no puede mantener un país en su seno contra la voluntad de su pueblo", dijo David Cameron, primer ministro británico, tras alcanzar un acuerdo con el ministro principal de Escocia para que el Parlamento escocés regulara y el pueblo escocés decidiera en referéndum sobre su futuro antes de 2014.
El resto, aunque el objetivo como hemos dicho es impedir por todos los medios que la consulta se haga, es el conocido recurso al miedo sobre las consecuencias de una eventual decisión afirmativa. Miedo a quedar fuera de Europa. Miedo a que los catalanes no tendrán pensión que cobrar. Miedo al bienestar futuro de nuestros hijos e hijas. Miedo a la inviabilidad económica de Catalunya. La misma historia de siempre: miedo para paralizar, miedo para dividir, miedo para impedir.
Es verdad que el Estado español, con este tipo de argumentos, quiere aparentar fortaleza, pero proyecta debilidad y una praxis democrática débil, muy débil. Lo preocupante es que, ante la insistencia militante de algunos medios de comunicación, a algunas personas les valgan estos razonamientos. De hecho, son ciertamente argumentos curiosos: el que quiere preguntar divide y el que no quiere preguntar, el que quiere prohibir que se pregunte -por el contrario- integra. ¡El mundo al revés!
Por otro lado, muchas son las advertencias que, con muy buena intención, se hacen desde España en relación con el proceso vivido en Euskadi para profetizar el "rotundo fracaso" al que está abocada Catalunya.
No dicen que lo que ocurrió en el caso vasco fue que España, con un portazo antidemocrático dijo no, pero que la mayoría absoluta de las dos terceras partes del pueblo vasco, en el Parlamento Vasco, dijeron sí. Y que el asunto volverá ¡Claro que volverá! Volverá una y otra vez hasta resolverse. Los vascos… y vascas, si algo somos, es insistencialistas.
Así que, que no se preocupen por los vascos, que no os confundan, porque como diría mi buen amigo Miquel Marti y Pol: "… que tot esta per fer y que tot es possible". Y el futuro de Catalunya lo deberéis escribir catalanes y catalanas, ejerciendo vuestro derecho a decidir libre y democráticamente, tal y como se hace ya en otros países con toda normalidad.
Y es que las cosas, cuando no están resueltas, vuelven. Así, 300 años después de aquel infausto 1714, Catalunya vuelve por sus fueros, reivindica sus constituciones y libertades, quiere tener su protagonismo en Europa y en el mundo. Y a diferencia de entonces, dependéis solo de vosotros mismos. No hay reinos ni tronos en disputa, ni podéis ser canje de intereses espurios.
En todo caso, podéis estar seguros de que se utilizarán todo tipo de trucos sibilinos para impedir vuestro democrático camino. ¡Ah! ¡Eso sí! Algo será igual, los principales caballos de Troya contra la libre decisión democrática de Catalunya -como ha ocurrido también históricamente en Euskadi- no estarán ubicados en La Castellana, sino, al igual que hace 300 años, en Las Ramblas.
Recién finalizado el año de Espriú, permitidme que concluya con un verso del gran poeta: "Escolta, Sepharad: els homes no poden ser si no són lliures. Que sàpiga Sepharad que no podrem mai ser si no som lliures."