Hay instituciones de orden natural, familia, la primera, y a partir de ella las tribus y los pueblos formados por personas que van desarrollando su vida juntas y forjando una cultura cuya manifestación más acabada es la lengua, el vehículo de formación de las ideas y de comunicación entre las personas del grupo.
Otras instituciones son de orden político y requieren de regímenes jurídicos y organizativos, de leyes y sistemas de gobierno y se van construyendo en el tiempo de diversas maneras, por la fuerza, por alianzas matrimoniales o por pactos. El resultado mas acabado de este tipo de instituciones lo constituye la patria que puede reunir a varios pueblos y que se expresa en el concierto de las naciones como un estado.
Sabino de Arana comprendió que para sobrevivir y desarrollarse, el pueblo vasco necesitaba construir una patria que expresara su propia cultura y carácter so pena de ser absorbido y de acabar diluido en otras culturas de otras patrias vecinas y expresó el pensamiento fundacional de esa patria vasca a la que denominó Euskadi en la frase, Euskadi es la patria de los vascos.
Desde entonces, desde que descubrió a su Patria, a ella dedicó absolutamente vida y fortuna, soportando afrentas, persecusiones y cárcel hasta morir tempranamente. Encontró a su pueblo desorientado, desangrándose en pleitos de extraños y encenció para él la luz de la esperanza que alimentó con su inteligencia y su entrega, dejándole además una poderosa herramienta para que otros pudiéramos continuar la tarea por él emprendida, el Partido Nacionalista Vasco.
Por todo ello, honremos hoy su memoria con una oración y reafirmando el propósito de hacer brillar esa luz que él encendiera.