Markel OLANO ARRESE, Diputado General de Gipuzkoa (Bilbao, 25 de enero de 2010)
El Partido Socialista y el Partido Popular pretenden modificar de raíz la visión con la que se ha construido este país desde la transición democrática; una visión abierta, que, desde la asunción de dos principios básicos (el reconocimiento de nuestro pueblo y sus derechos, y la defensa de los derechos humanos), ha girado en torno a cinco grandes ejes fundamentales:
- el respeto a la identidad del pueblo vasco;
- el fortalecimiento progresivo de nuestro sistema institucional;
- la eficacia en las políticas públicas;
- la conexión con las demandas mayoritarias de la sociedad vasca; y
- la proyección de nuestro país en el ámbito internacional.
El problema surge cuando algunos entienden que la visión de país que ha prevalecido en Euskadi desde la transición democrática, constituye un problema, una anormalidad, una fuente de deslegitimación permanente del sistema, cuando no de división social y política, o incluso de ideas que soportan proyectos no democráticos.
Precisamente, tras las elecciones autonómicas, el Partido Socialista y el Partido Popular presentan una visión que busca transformar la sociedad vasca. Busca cambiar la realidad social desde la capacidad de transformación que otorgan, pretendidamente, las estructuras políticas. Desde está visión, la personalidad propia deja de ser un factor de enriquecimiento, para convertirse en un factor de división; la aspiración de crecimiento institucional se convierte en un factor de chantaje al Estado, y se niega la existencia de un sujeto político que puede crecer y relacionarse con los demás.
Sin embargo, creo honestamente que el mayor error en el que incurren el Partido Socialista y el Partido Popular radica en la consideración de que la sociedad vasca es un sujeto a transformar, y no un sujeto a respetar. Su pretensión máxima es la de convertir a Euskadi en una mera autonomía.
El Partido Socialista y el Partido Popular han construido un relato que establece una línea divisoria entre pasado y presente; el pasado es división, es lucha identitaria, es conflicto. El presente es integración, pluralidad y normalidad: un verdadero oasis. Pero una cosa son los relatos, y otra cosa, la realidad. Creo que los relatos que no responden a una demanda social clara, no tienen ninguna capacidad de transformación. En democracia los empeños por empezar de cero casi siempre terminan mal.
En cualquier caso, insistir en la idea de que en los últimos 30 años no se ha hecho más que sembrar odio desde las instituciones vascas, es demoledor para una necesaria y sana relación entre los actores políticos y para una adecuada cultura democrática.
¿Cómo ha reaccionado la sociedad vasca frente a esta visión? Con una extraordinaria desconfianza respecto al nuevo gobierno. El 71% de los vascos expresa poca o nula confianza con el Gobierno Vasco. Esta desconfianza implica desconexión del Gobierno Vasco con la realidad. La ciudadanía no acepta lo que significa el nuevo gobierno. Tal vez, una cierta debilidad en la gestión o la sensación de improvisación acentúen la distancia entre el gobierno y la ciudadanía, pero creo que el problema de fondo reside en lo que representa la alianza entre el Partido Socialista y el Partido Popular.
La superación de esta desconfianza, con un mero ejercicio más atinado de comunicación institucional, es algo que no se va a producir, porque Euskadi tiene una cultura política que no es transformable con ejercicios publicitarios. Se habla también de la necesidad de hacerse con las tres diputaciones forales para consolidar este cambio; un cambio que se realiza en nombre de la higiene democrática y la defensa del estado de derecho.
Por cierto, quienes sienten un rechazo social a sus propuestas políticas, muy a menudo tienden a pensar que la sociedad no está madura o que se necesita más tiempo para explicar las cosas.
Euskadi debe recuperar una visión de país, y generar confianza en torno a un gran proyecto. Este gran proyecto tiene que ser un punto de encuentro para desactivar el frente formado por el Partido Socialista y por el Partido Popular; un punto de encuentro para todas aquellas personas que queremos que las decisiones se tomen aquí; un punto de encuentro para todos los que buscamos seguir creciendo como país en términos institucionales, sociales y económicos; en definitiva, un punto de encuentro para todos los que creemos en el diálogo y el acuerdo.
Este gran proyecto de país debe estar sustentado en cuatro grandes objetivos:
= en primer lugar, lograr la paz;
= en segundo lugar, fortalecer la identidad del pueblo vasco y las instituciones vascas, para desarrollar una estrategia social y política que permita incorporar el derecho a decidir al ordenamiento jurídico.
= en tercer lugar, revitalizar las políticas públicas y fomentar la competitividad de la economía vasca; y
= en cuarto lugar, internacionalizar la cultura y la economía de Euskadi, desde una visión de país, para seguir siendo económica y socialmente avanzados.
El desarrollo de este gran proyecto de país requiere confianza, unión, trabajo compartido y la búsqueda permanente de la excelencia; y requiere, sin duda alguna, una nueva cultura política para nadar en sociedades avanzadas como las nuestras.