Juan José Ibarretxe Markuartu, Lehendakariohia y profesor -
Lunes, 22 de Febrero de 2010
Han pasado ya más de diez años -mayo de 1999- desde que Batasuna firmara en Ajuria Enea con "luz y taquígrafos", hecho insólito hasta entonces, un acuerdo político con el PNV, con EA y conmigo como Lehendakari. Ahora parece reiterativo, entonces tenía ribetes históricos por lo que la izquierda abertzale suscribía en el documento y porque se comprometía a dar apoyo al Gobierno vasco durante aquella legislatura, con todo lo que esto significaba en el discurso tradicional de la izquierda abertzale.
Después vino la ruptura de la tregua por parte de ETA, noviembre de 1999, y de nuevo apareció el sufrimiento infinito, la decepción, los asesinatos, la extorsión, las amenazas, el túnel oscuro sin salida y sin fin. Y aquel acuerdo que con tanta ilusión y pasión habíamos trabajado quedó roto, hecho añicos por la ceguera política y la falta de humanidad de ETA y por el silencio de Batasuna.
El compromiso de Batasuna con la política, y sólo con la política y la democracia, me parecía entonces -hoy también me lo sigue pareciendo- clave, y por eso me empleé a fondo en la consecución de aquel acuerdo, que consideraba, por un lado, una condición sine qua non para aceptar el apoyo de Batasuna al Gobierno vasco y, por otro, un paso fundamental y básico para que con toda normalidad se pudiera dar la colaboración política entre partidos nacionales vascos. Como, de hecho, hoy se produce la misma normalidad en el Gobierno vasco entre partidos nacionales españoles.
Por todo ello, en estos días que hablamos del compromiso con las vías políticas que Batasuna hace en su documento Zutik, me parece oportuno recordar -a veces tenemos memoria frágil- los compromisos que los firmantes, PNV-EA-Batasuna-Lehendakari, recogimos en aquel acuerdo:
Primero. Reiteramos nuestra apuesta inequívoca por las vías exclusivamente políticas y democráticas para la solución del conflicto de naturaleza política existente en Euskal Herria.
Segundo. En consecuencia, y atendiendo al escenario de ilusión y esperanza suscitado en la sociedad vasca tras la iniciativa de ETA del pasado mes de setiembre, abogamos por la desaparición plena de todas las acciones y manifestaciones de violencia.
Tercero. De acuerdo con el presente marco de principios políticos y conscientes de que durante el desarrollo del proceso abierto pueden producirse dificultades, asumimos la obligación de afrontarlas, comprometiéndonos a que todas las energías, iniciativas y respuestas sean canalizadas a través de procedimientos estrictamente democráticos, y a hacer que desaparezcan definitivamente todo tipo de acciones y reacciones vulneradoras de derechos individuales y colectivos.
Han pasado diez años. ¡Qué pena! Diez años perdidos para al final volver a decir lo mismo. Reconocer que sólo hay un camino: las vías pacificas, la política y la democracia. Eso sí, diez años que no han pasado en balde para nadie. Y, especialmente, para todas las personas que han visto cómo la sangre de sus seres más queridos volvía a teñir de desolación el futuro y las esperanzas.
En estos diez años, ETA, tras dos oportunidades para dar fin a la violencia, ha vuelto a atentar, ha vuelto a matar, pero ha cosechado una rotunda y definitiva derrota ante la sociedad vasca. Harta de su inhumanidad sin límite. Hace diez años ETA estaba habilitada como negociador por el Gobierno español presidido por Aznar. Hoy su prepotencia y su soberbia la colocan fuera de cualquier escenario político de negociación y, lo que es peor, arrastra en su caída (aunque eso nunca le ha preocupado demasiado) a Batasuna a la clandestinidad política.
En estos diez años, Batasuna ha pasado de ser un importante jugador político (tercer partido en el Parlamento Vasco con 14 escaños, por delante del PSE y por detrás de PNV y PP) a tener la mitad de importancia política (7 escaños en las elecciones del 2001, cuando ETA ya había roto la tregua) y, finalmente, ha pasado a no tener representación como consecuencia de la Ley de Partidos en el actual Parlamento. Y no se nos olvide que siendo José Luis Rodríguez Zapatero presidente, y estando el PSOE y la ya ilegalizada Batasuna (ETA siempre como telón de fondo) en pleno proceso de diálogo y negociación, cerraron la puerta a Aukera Guztiak, pero permitieron que se presentara EHAK, que obtuvo una representación de nueve parlamentarios/as.
La conclusión es evidente: a Batasuna las vías políticas, los momentos de tregua y negociación, le dan crédito. La violencia de ETA le ha supuesto alejarse de la sociedad vasca, cuando no la práctica desaparición de la escena política.
En estos diez años, además, hemos vivido y padecido muchas cosas. De un lado, la falta de compromiso efectivo y creíble de Batasuna con las vías exclusivamente políticas y democráticas, falta de compromiso notoriamente amplificado por la actitud dirigente de ETA con sus llamadas al orden a la izquierda aber-tzale, cuando no sonoras desautorizaciones a sus líderes. Y, de otro lado, la avispada conducta política del PP y del PSOE, que han utilizado las leyes sin recato para llevar el agua a su molino. O, si se quiere, utilizando fórmulas de ingeniería política de Jaime Mayor Oreja para perfeccionar la alternativa.
Lo cierto es que por unas cosas u otras, o mejor dicho por las dos a la vez, la conclusión es muy sencilla: Sin variar la sociedad vasca y mediante "una decisión judicial" -como dijo Miguel Sanz-, los escaños nacionales vascos que había en el Parlamento Vasco hace diez años eran 41 (21 PNV + 6 EA + 14 EH), y los que hay hoy son 35 (30 PNV + 4 Aralar + 1 EA).
Todo ello a pesar de que la mayoría política del país sigue siendo de sensibilidad nacionalista vasca -el Gobierno del PSE y el PP está formado de espaldas a la mayoría social y política de la sociedad- y de que el Partido Nacionalista Vasco ganara de largo las elecciones del 2009, con el mejor resultado en unas elecciones autonómicas desde su escisión.
A todo esto habría que añadir que hace diez años Batasuna tenía representación, voz propia, en Bruselas, condición que inmediatamente perdió. Y la perdió por el derrumbe electoral que sufrieron, porque a aquellas elecciones europeas, que fueron después de las autonómicas, sí pudieron presentarse.
En definitiva, que en estos diez años y en Europa, Batasuna ha pasado de tener voz y voto a que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos haya confirmado el proceso de ilegalización de HB, EH y Batasuna y, con ello, se ha confirmado la denominada teoría de la exclusión política.
No me parece mal lo que Batasuna dice en su documento Zutik y me parecen bien las exigencias de más claridad que reclaman los partidos nacionales vascos en caso de atentado (injerencia) de ETA.
Las vías políticas y democráticas eran el único camino entonces y lo son ahora. ¡Qué oportunidad malogró ETA hace una década! La sociedad vasca, entonces como ahora, exige que no vuelva a ocurrir siempre lo mismo. ¡Qué pena de diez años!