sábado, 17 de julio de 2010

¿Qué más tiene que ocurrir en Euskadi?

Behatokia: Por José Ramón Blázquez
¿Qué más tiene que ocurrir en Euskadi?
17/07/10 Deia

Aunque se intente escamotear la realidad de los datos, como en esa radiografía que se denomina Euskobarómetro, Euskadi sigue en sus trece: respecto al Gobierno del PSE-PP, respecto a EITB, respecto a ETA... ¿Es posible obviarlo, ocultar con malicia lo que disgusta?
La realidad debe ser insoportable cuando tantas personas la niegan o escapan de ella. Y si en la vida corriente el rechazo de la realidad es la principal fuente de infelicidad, en la política es la mayor causante de conflictos de convivencia y retroceso comunitario, como bien lo sabemos en Euskadi, tenazmente atacada por múltiples incapacidades para percibir y asumir los hechos reales y andar satisfechos con nuestra pluralidad. Ser leales con la realidad nos convertiría en un país menos vulnerable y nos proporcionaría una clase política más solvente.

Nos conocemos tan mal y tenemos tantas dificultades para reconocernos que tienen que venir de fuera a decirnos lo que pensamos. Para eso nacieron las encuestas, estudios generalmente inútiles que retratan lo que de antemano ya sabemos o deberíamos saber si no nos autoengañáramos. El Euskobarómetro, la radiografía que nos hace la UPV cada seis meses, no es más que un conjunto de obviedades y aún así se pervierten sus previsibles conclusiones. Porque también esta vez se ha escamoteado a la sociedad toda la verdad de los datos del Euskobarómetro mediante la acción coordinada de los grupos mediáticos y los partidos que apoyan al Gobierno de López: han ocultado con malicia la realidad que les disgusta. Es lo que tiene la mentira, que exige enmendar el relato de la realidad para que pueda encajar en ésta.

Por tercera vez en poco más de un año, a López le ha dicho el pueblo vasco que preside un Gobierno indeseable e indeseado por la mayoría (57%), frente a un exiguo 22% que confía en él y, además, opina que es peor que el anterior. Y, por si fuera poco, le dice (el 54%) que está haciendo poco ante la crisis y que el pacto PSE-PP es inaceptable (para el 63%), un rechazo rotundo que cualquiera puede constatar en su entorno sin recurrir a la sociología. ¿Qué más tiene que ocurrir para que se reconozca el desastre democrático de una operación que ha marginado a la mayoría vasca?

No hay enmienda. Si en la primera encuesta adujeron que el cambio necesitaba tiempo para consolidarse y en la segunda que existía "un problema de comunicación", en esta ocasión la excusa es la incidencia de la crisis económica. En esta retórica de derrota no hemos escuchado una sola autocrítica ni atisbo de aceptación de la realidad. ¿Cuál será el próximo pretexto para que López y los patrocinadores de este Gobierno admitan su categórico fracaso? ¿Quizás el cambio climático?

Frente a la verdad emitida, hay una realidad inventada por los grupos mediáticos en un diseño similar a la estrategia de Bush con la prensa norteamericana e internacional para respaldar la invasión de Irak. Allí se fraguó el embuste de las armas de destrucción masiva y aquí se ha construido la teoría de la normalidad para justificar el asalto a Ajuria Enea. Manuel Castells, en su monumental libro Comunicación y poder (Alianza Editorial, 2009), de lectura imprescindible, denomina a esta maquinación informativa "el enmarcado" y se define como "el proceso de seleccionar y resaltar algunos aspectos de los acontecimientos o asuntos y establecer relaciones entre ellos con el fin de promover una determinada interpretación, evaluación y/o solución". "El enmarcado" de Vocento y demás corporaciones ha consistido en destacar la baja preocupación por la violencia para ocultar lo relevante: la ruina social y política del Gobierno López-PP. Una denegación de la realidad que denota la debilidad pública y la insolencia moral del pacto español (político-mediático) contra el nacionalismo vasco.

La crisis de la radiotelevisión vasca es el perfecto retrato de la huida de la realidad que trastorna la política y la información en Euskadi. A pesar del derrumbe de la audiencia, causada por el sesgo editorial y el deterioro de la programación, nadie ha sido capaz todavía de reconocer la pésima gestión de este periplo decadente, ni López y sus socios, ni Surio y su equipo. Al contrario, alegan que la caída en la aceptación pública se debe a un boicot del PNV, un diagnóstico tan inverosímil como infantil, equivalente a la paranoia franquista del contubernio judeomasónico.

Si el cambio ya ha provocado a ETB-2 una mengua del 41% de sus seguidores y el 53% a ETB-1, además de llevar a Radio Euskadi a un encogimiento imparable, ¿qué más tiene que ocurrir para que se rectifique y EITB no sufra un quebranto aún mayor? Remediar este fiasco sería posible si la desnaturalización de la radiotelevisión vasca no fuese uno de los objetivos más indecentes del pacto PSE-PP, lo que hace improbable que un Gobierno a la defensiva y socialmente ilegitimado se declare incompetente. El reconocimiento de los errores es una categoría excesiva para los mediocres.

ETA lleva varias décadas enfadada con la realidad. El pueblo por el que decía luchar no desea su falsa liberación y su proyecto totalitario se reduce a un panfleto tragicómico de Corea del Norte. Perdida la batalla política en el campo de la libertad, se niega a admitir que también ha sido derrotada en el frente militar, confiando en una última ofensiva. Después de tanto dolor causado y tras servir de aliado táctico del Estado español para someter a Euskadi a la estricta unidad constitucional, ¿qué más tiene que ocurrir para que ETA dé la orden de retirada y permita que la acción democrática convierta los sueños de la nación vasca en realidad sensible e irrevocable?

Frustrado y escarmentado, no creo en la esperanza ni espero nada de quienes durante años asesinaron en nombre de Euskadi y nos han empobrecido. Que sepan que cuando decidan dejarlo tendrán la oportunidad de la libertad y tiempo para reparar moralmente tanta desgracia con la grandeza del perdón.

El equilibrio social consiste en aceptarnos (o soportarnos) mutuamente y en renunciar a prevalecer unos sobre otros. Todos los problemas nacen del desajuste entre las partes. Nunca hubo equilibrio en Euskadi, porque la legalidad española ha predominado sobre la mayoría abertzale; pero al menos durante las últimas décadas existió un precario equilibrio por el que los poderes se distribuyeron para dar consistencia a una cierta cohabitación. Funcionaba un pluralismo inteligente, imperfecto pero eficaz. Tras el pacto frentista PSE-PP ese frágil contrapeso se ha roto y todo indica que, contra el deseo de tres de cada cuatro vascos, esa aberración se extenderá a ayuntamientos y diputaciones forales tras las elecciones de 2011.

Cruje Euskadi con este táctico desequilibrio, ideado por el Estado para domar al PNV de pasados y futuros planes autodeterministas. Ninguna desmesura previa justifica este artificial designio. ¡No más juegos con los vascos! ¿Qué más tiene que ocurrir para que se restablezca la indispensable armonía política en Euskadi y se revoque el pacto antinacionalista? Podemos elegir entre destrozarnos recíprocamente o convivir en la diferencia. Podemos elevar la crispación hasta el enfrentamiento y arruinar proyectos válidos como el Guggenheim Urdaibai y otros esfuerzos de interés general o escuchar lo que dice la mayoría con palabras claras. ¿Cómo se puede obviar la realidad de que el pueblo vasco, por votos y encuestas, quiere al PNV al frente de un Gobierno plural?