Xabier Lapitz DEIA 06-09-10
Lo siento, no he entendido demasiado de lo que ha querido transmitir ETA. Si quiere decir que lo deja, debiera ser más explícita. Si quiere decir que no lo deja, no hace falta comunicado alguno. Por rescatar algo positivo, que lo hay, quedémonos con esa decisión de "no llevar a cabo acciones armadas ofensivas", porque puede suponer un alivio para esos cientos de nuestro vecinos que tienen que mirar debajo del coche cada mañana o tienen que ir acompañados por escoltas. Es lo más parecido a un alto el fuego.
Pero ni siquiera esto permite un alivio completo. Esta vez no hay referencias temporales y tampoco parece que sea "verificable", como solicitaban los firmantes de la Declaración de Bruselas.
El único consuelo es que nosotros, en nuestra ignorancia, no nos hayamos enterado de una segunda lectura que tenga que hacer el verdadero destinatario del mensaje que no creo que sea el "Pueblo Vasco", como pomposamente nos dice en su primera fase la lectora del comunicado. Es como si se necesitara un descodificador para saber exactamente qué quiere decir ETA. Y como no tengo la maquinita, pues no me he enterado de demasiado.
Puede que este escepticismo que me causa lo que ETA dice no sea más que la herencia de anteriores ocasiones frustradas pero es tan grande el anhelo de paz que haré un nuevo esfuerzo, casi como acto de fe, para pensar que esta vez sí, que aunque yo no lo vea ahora mismo, se trata de un comunicado importante.
Decía ayer en Onda Vasca Matteo Zupi, desde la Comunidad de San Egidio en Roma, que los procesos de diálogo para el final de la violencia necesitan sus ritmos y que merece la pena contemplar la posibilidad de que este paso es uno más, acaso el primero, de muchos otros que deben producirse. Es decir, que algunos incautos creíamos que estábamos al final de camino y parece que esto no ha hecho más que empezar.