Lejos de lo que sostienen el poder mediático español, y algunos socialistas, la dedicación del nacionalismo no se centra únicamente en cuestiones identitarias. Entre 2000 y 2009, Euskadi experimentó el mayor incremento del PIB por habitante. Hay razones.
Por José Ramón Blázquez, * Consultor de Comunicación - Viernes, 3 de Septiembre de 2010 -
En plena precampaña autonómica, el dirigente del PSE guipuzcoano, Iñaki Arriola, actual consejero de Obras Públicas y Transportes, declaró que se había roto "el mito de que el PNV gestiona bien" y acusó al lehendakari Ibarretxe de haber estado "diez años huido de la realidad, mirándose el ombligo y sometiendo a los vascos a una permanente y aburrida sesión de psicoanálisis" (Diario Vasco, 23-01-2009). Pues bien, acabamos de saber por un informe del Ministerio de Industria que Euskadi (CAV) es la comunidad que experimentó un mayor incremento de su PIB por habitante en el período 2000-2009, con una subida del 11,7 puntos, mientras que la riqueza disminuyó 4,8 puntos en Madrid, 4,6 en Cataluña y 3,4 en la hipersocialista Castilla-La Mancha, con lo que, desmintiendo clamorosamente a Arriola, el decenio aquí fue excelente y la terapia freudiana del PNV resultó efectiva, gracias a la cual, junto al esfuerzo de empresarios y trabajadores, los vascos disfrutamos hoy del más elevado nivel de bienestar. Dicho de otra forma: la buena gestión del PNV no es un mito, es una certeza matemática.
Huyendo de toda autocomplacencia y reconociendo los méritos ajenos, pero sin olvidar el paradigma clásico res non verba y el categórico método comparativo, considero pertinente comentar las causas por las que el PNV presenta un balance de gestión mejor que el de sus rivales políticos en sus respectivos ámbitos de poder. ¿Por qué el nacionalismo vasco administra con más eficiencia y ofrece resultados más favorables que en otras comunidades, como queda acreditado en los balances de los últimos treinta años? Como no puede ser por casualidad ni cabe una explicación mágica, entiendo que las respuestas se encuentran en el campo de las motivaciones, en las prioridades, los procedimientos, la experiencia y quizás también en la responsabilidad del liderazgo histórico que acompaña a los jeltzales desde hace más de un siglo.
Trabajar para uno mismo y no en beneficio de otros, el sentido de pertenencia y la pasión colectiva que impulsa un proyecto sugestivo de alcance histórico largamente deseado, son motivaciones que aportan al trabajo político un plus de implicación, esfuerzo y entusiasmo que supera a cualquier otro designio que carezca de estos potentes resortes. ¿Quién puede hacer más por ti que tú mismo, por saludable egoísmo? ¡Qué poderoso catalizador del progreso comunitario (y personal) es la autoestima! Un antiguo amigo con quien hace tiempo que no hablo definía al PNV como "un gestor de sentimientos"; una calificación insuficiente porque el nacionalismo es administrador de la autoestima de la nación vasca. El dinamismo motivacional juega a favor de aquellos más dispuestos a metas elevadas y menos conformistas en sus objetivos. Naturalmente, el entusiasmo abertzale rinde más en su ocupación colectiva que los propósitos de otros idearios dispersos o condicionados por fines contradictorios. Y así como nadie puede ganar a la izquierda en logros de igualdad y justicia social, el nacionalismo democrático es invencible en la misión de impulsar la prosperidad de la nación que le da sentido.
La motivación es un estímulo persistente hacia una finalidad, lo que determina las prioridades, es decir, la jerarquización de la importancia. Es en la determinación de las preferencias donde los partidos se representan ante sus ciudadanos. Para el PNV la prioridad es Euskadi como para el PSE y PP su referencia es España. Si el nacionalismo vasco concentra en nuestro país todos sus afanes, es natural que desde su acción de gobierno, tan profundamente fijada, obtenga mejores frutos para todos. Cuando el compromiso se dispersa, los resultados son más desfavorables. No es una opinión, es un dato irrefutable, comprobable ahora en la infertilidad del gobierno López. El nacionalismo, es verdad, no tiene la exclusiva del amor y el compromiso por Euskadi; pero es seguro que nuestro país viviría aún mejor si el resto de fuerzas democráticas asumieran sus mismas prelaciones.
Prioridad nacional, sí, pero bien entendida, sabiendo que el proyecto comienza por las necesidades básicas de la sociedad, es decir, por la economía productiva, la industria, el empleo y las políticas de solidaridad. El realismo del primum vivere deinde philosophari siempre lo tuvo muy claro el PNV frente a las urgencias abertzales. Hasta cuando habita en la oposición, el PNV gestiona activamente el bien de Euskadi, según se constata en la negociación de los presupuestos españoles. Si, como dijo Arriola y sostiene el poder mediático español que porfía en su apoyo al pacto antinacionalista, el PNV en esta década y en las anteriores se hubiera dedicado preferentemente a actividades identitarias y a mirarse el ombligo es del todo improbable que Euskadi gozara hoy de una prosperidad superior a la del Estado.
De estas prioridades y motivaciones nacionalistas se deriva otra de las causas que explican la probidad del PNV: la visión a largo plazo de la tarea política y una concepción integral del proyecto. En efecto, un objetivo de libertad y progreso ha de crecer sobre bases sólidas y mediante transformaciones complejas que abarcan un largo período e implican a varias generaciones. Sólo quien tiene un plan completo de país puede poseer una estrategia de futuro, lo que significa actuar con paciencia, mesura e inteligencia táctica, factores indispensables de la gestión eficiente. El PNV ha sido lúcido en una doble resistencia, frente al unitarismo del Estado y frente a las ansiedades propias que tantas dificultades le ha reportado en su cohesión interna.
Con el ejercicio perseverante de su misión política, el nacionalismo ha acumulado una larga experiencia y un bagaje de conocimientos superior al de otros partidos, que a su vez ha convertido en mayor ambición cualitativa. El PNV ha liderado la revolución innovadora y ha tejido en Euskadi un avance tecnológico y de investigación muy importante, como semillas de futuro. Asimismo, ha prestigiado socialmente las instituciones para que a ellas acudieran los más destacados gestores. Estas cosas sólo acontecen desde una visión entusiasta de la sociedad vasca, que no por eso deja de ser crítica frente a actos deshonrosos y exigente ante nuevos desafíos.
En última instancia, es la responsabilidad del liderazgo histórico que recae sobre el PNV la que estimula su buena administración pública. El PNV es consciente de su rol insustituible en tanto el pueblo vasco aspire a consolidar su personalidad nacional, sabiendo que este objetivo está supeditado al bienestar de la gente, al crecimiento económico y social y a su audaz apertura al mundo global. De momento sabemos que cuanto más nacionalista es Euskadi mejores resultados obtienen los ciudadanos, cuya consecuencia natural es que cuanto mejor gestione el PNV más aber-tzale será Euskadi. Nada más patriótico que una gestión excelente.