En el hermoso paseo, a pie, de unos cuatro kilómetros desde la zona en que resido en Bilbao hasta el Gugenheim han pasado por mi mente diversas percepciones personales sobre su obra.
En primer lugar, de su lectura se deduce que los vascos/as conformamos un Pueblo nada aislado ni inculto: en la misma época en que el pensamiento nacionalista resurgía y se fortalecía en Europa, Larramendi reivindicaba el mismo objetivo de más Democracia para Euskadi/Euskal Herria. Una prueba más de que no hay fronteras para las ideas. Sí, somos progresistas, por mucho que algunos se esfuercen desde hace siglos en tildarnos de conservadores. Animo al lector a que compare las políticas sociales planteadas por EAJ-PNV en las legislaturas que ha presidido el Gobierno Vasco con las políticas del resto de España.
En segundo lugar, el nacionalismo no es un pensamiento político aislacionista. Larramendi, en su argumentación ideológica, plantea la importancia de las relaciones internaciones y las “pasiones e intereses” de las grandes potencias respecto a los países más débiles. Y desde su diagnóstico, plantea las dos vías: la independentista y la pactista o autonomista. No realiza valoraciones de si una es mejor que la otra. Pero sí viene a concluir que los planteamientos políticos de poco sirven si previamente no hay estrategias de triunfo.
Recuerdo a este respecto a dos grandes ideólogos del Nacionalismo Vasco: Xabier Arzalluz en una de las conferencias de su viaje a Argentina expuso metafóricamente que para subir a la cumbre de una alta montaña era necesario hacer el recorrido despacio y ladeando, en lugar de acometer la subida corriendo y de frente. Manuel Irujo decía lo mismo cuando afirmaba aquello de que las ideologías valen para poco si no obtienen resultados de mejora social. En otras palabras: que el nacionalismo es más nacionalismo cuando es más eficiente en el desarrollo de la democracia y del bienestar social del País. (A Irujo no le gustaban los debates estériles, y por eso usaba más el término “progresivo” que “progresista”).
Pero el binomio independentismo/pactismo larramendiano no es sólo de su época, ni exclusivo del caso vasco. Podemos observarlo como comentaremos en reflexiones posteriores- en las historia de independencia de cualquier país o en cualquier organización social.
En tercer lugar, son muy interesantes sus reflexiones sobre el compromiso social con “nuestro” -así lo dice- País y “nuestra” Patria. Nadie ha nacido para ser esclavo. Hemos nacido para vivir en libertad y lo mejor posible, pero como seres sociales que somos, todos debemos colaborar en favor de un mundo mejor, partiendo de nuestros propios ámbitos.
En algún momento de estos escritos reflexionaré sobre si los vascos/as residentes en otros países en los siglos XVIII y XIX realizaron planteamientos semejantes a Larramendi.
Josu Legarreta
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