lunes, 24 de enero de 2011

LA MODA “MARTIN FIERRO”

En el catálogo de modas de finales de siglo XIX encontramos la moda romántica de los escritores que producen obras literarias y pensamientos sociales, que ensalzan el retorno a la naturaleza, la alabanza del estado puro del ser humano, la defensa de valores como la libertad, etc. Evidentemente, junto al logro de las independencias políticas, se dan también corrientes literarias que necesitan ensalzar personajes nacionales propios.

Los vascos no fueron ajenos a esta realidad. Y entre estos, tampoco Sabino Arana. El movimiento nacionalista promovió pretendió definir los valores puros, casi perfectos, de los vascos, cuya raza nada tenía que ver con las de otros pueblos, por muy próximos que estuvieran del territorio de las 7 provincias vascas. Y ensalzó el mundo rural vasco que se encontraba en su estado puro, sin contaminación casi de ninguna clase. Esta perspectiva incluso tuvo sus repercusiones en la propia arquitectura de los edificios de las décadas posteriores. (En muchas ciudades argentinas se me han mostrado más de una vez “edificios de estilo vasco”, y no sólo en los Centros Vascos. Una muestra amplia de este estilo se puede observar en bastantes viviendas privadas de Mar de Plata, por ejemplo).

De esta realidad no se puede deducir – a pesar de que las críticas de los antinacionalistas- que el nacionalismo vasco de Sabino Arana tuviera orígenes en el mundo rural o que el nacionalismo sea un producto de aldeanos. No. Sabino Arana era un industrial, un burgués en el sentido original de la palabra, y los que inicialmente se sumaron a su proyecto fueron industriales liberales bilbaínos, como De la Sota.

No es este el lugar para análisis literarios y ni pretendo hacerlos, pero intuyo que sería bien interesante comparar el discurso de pureza de raza que realiza Sabino Arana con el pensamiento de los literatos de esa misma época en las diversas latitudes del planeta. Tengo el convencimiento de que existen grandes similitudes. Y parto de esta hipótesis porque los movimientos ideológicos precisan –o son resultado otras veces- de instrumentos como la producción literaria para atender las necesidades espirituales de elevar a los altares las características diferenciadores de otros Pueblos.

Creo que una muestra de esta realidad es el propio Martín Fierro. Recuerdo haber leído en alguna oportunidad comentarios realizados en este sentido por Miguel de Unamuno, para quien la obra era exponente del alma argentina; o la opinión, incluso más interesante por ser contemporáneo de José Hernandez, de Lugones que afirmaba que Martin Fierra personifica la vida heroica de la raza argentina y sus pensamientos más genuinos. Recordemos que situación político-social de Argentina de 1872 y 1878, fechas de publicación de la primera y segunda parte de la obra: hacía más de cinco décadas que se había logrado la independencia, pero aún no se había logrado la unidad nacional; por las mismas fechas en el País Vasco se derogaron los fueron y Sabino crea el Partido Nacionalista Vasco. Ante estas dos realidades con aspiraciones políticas que contienen sus similitudes, el Canto XXIII de la segunda parte de Martín Fierro es algo más que un consejo espiritual o simple expresión literaria:

“Los hermanos sean unidos,
Porque esa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea
Porque si entre ellos se pelean,
Los devoran los de ajuera”.
Josu Legarreta
Lega.loa@euskalnet.net