La negativa nacionalista al decreto de ajuste es parte de la dosificación de la relación política con Madrid, pero esto significa que no hay nada escrito respecto al futuro de la misma. Es en Euskadi donde se debe endurecer la oposición... y la unión nacionalista.
Por José Ramón Scheifler, * Profesor emérito de la Universidad de Deusto - Lunes, 14 de Junio de 2010.
Durante esta segunda legislatura de Zapatero, los partidos nacionalistas han aparecido varias veces como salvadores de su Gobierno. Se ha solido resaltar la postura de CiU y PNV. CiU fue desalojada de la Generalitat por el pacto del tripartito, incluida Esquerra Republicana de Catalunya, bajo los socialistas. Al PNV lo despachó de Ajuria Enea el acuerdo entre socialistas y populares. Los dos partidos nacionalistas, CiU y PNV, habían sido los vencedores en las urnas. Ante el decreto-ley del Gobierno de Zapatero para reducir el déficit del Estado, por exigencia de Europa, CiU y PNV tomaron decisiones distintas. La de CiU fue un sí con estrambote: pidió a Zapatero que dimitiera. La del PNV un rotundo no. No sé qué se habrá comentado en Catalunya del gesto de CiU. En Euskadi la postura del PNV parece haber sorprendido a analistas, comentaristas y entrevistadores. Diría que, en general, negativamente. Los medios, en manos de los poderosos de uno y otro bando, haga el PNV lo que haga, tratan de desprestigiarlo ante la opinión pública. Eso parece condición suficiente y necesaria. Con frecuencia logran su objetivo.
Así, cuando se consumó lo que se había negado que sucedería, el acuerdo de socialistas y populares para remover al PNV del Gobierno vasco, se pusieron altavoces a las pataletas de algunos jeltzales que, aunque justificadas o razonables, eran un gesto políticamente desfavorable. Los reiterados apoyos a Zapatero en Madrid eran en cambio lo que se podía esperar de un partido "tradicionalmente responsable", hasta con "visión de Estado". Quedaba atrás lo de: "El PNV se echa al monte", repetido cien veces antes de Lizarra, en Lizarra y después de Lizarra, que ya se encargaría la izquierda abertzale de agitar su insulto: "PNV españolista". Pero con el rotundo no del PNV a Zapatero en su decreto-ley de ajuste, la sorpresa la dan los comentaristas equilibrados y objetivos al derrocarle de su "responsabilidad" y "visión de Estado".
El PNV, si no me equivoco, está originalmente comprometido con la democracia y contra toda violencia y rebelión armada, aunque se trate de una legalidad que por impuesta no hace suya ni la acepta sino que la soporta cívica y políticamente. El PNV está sin duda comprometido con el pueblo vasco con vistas a un Estado propio desde hace más de cien años, promoviendo su desarrollo económico, cultural, humano, social y solidario desde su singularidad identitaria. Es, al parecer, desde ese punto de vista como dosifica su relación con el Gobierno del Estado español. Esa es una parte del arte de la política en que las ventajas han de ser apreciables por las dos partes. Si lo fueron hasta el no del PNV, no me toca a mí definirlo.
Lo que sí me atrevo a afirmar es que la pretendida sorpresa pudo y debió ser abortada antes casi de concebirse si eso fuera posible. La medida de Zapatero llegaba tarde y mal. Desde el principio de la crisis, la actuación de Zapatero fue catastrófica. Quizá se creyó superior a ella; que podría capearla con un juego de palabras y una sonrisa vacía. Se había afianzado con propuestas y logros populistas. Aunque sin saber en concreto qué medidas debía tomar, tenía claro que tenían que ser antipopulares. Y, ante ellas estaba desarmado. No tuvo en cuenta la singularidad vasca -sólo la ha tenido para contrarrestarla- y, sin transacciones que valgan, impuso sus medidas. El no del PNV estaba más que justificado. Por lo relativo a la crisis y mucho más.
Mientras el PNV apoyaba a Zapatero en Madrid, con las supuestas ventajas que fueran para la sociedad vasca, la realidad en Euskadi era muy otra de cara a los intereses del PNV. El mutable equipo de López, sin una palabra de agradecimiento a la gestión económica y herencia de aquellos gobiernos anteriores y rechazando toda propuesta, se dedicaba intensamente a destejer, como Penélope de noche, lo que aquéllos habían tejido en lo singular vasco. Se dedicaba a aplicar sobre el país otra verdadera Loapa. Se habría podido esperar de Zapatero, como un acto más del marketing de López, una competencia de las pendientes del Estatuto después de ¡treinta y dos años! Pero ni eso. De lo que se trata es de la españolización del País Vasco. Ni Pueblo ni Nación; simple región. Ni derechos históricos, ni nada. Ni, ante las medidas económicas de ajuste de Zapatero utiliza López lo que el autogobierno le permite obviar o cambiar. Van a ser muchos quienes lo sientan.
Sorpresas o no aparte, el no del PNV centra el interés o preocupación de los comentaristas en su futuro. CiU ya ha advertido a Zapatero que no cuente con ellos para los presupuestos de 2011. El presidente socialista de la Generalitat ha dicho lo mismo al tachar de equivocados a quienes piensan que CiU salvará otra vez a Zapatero. El PNV no se ha pronunciado de antemano. Y no creo que lo haga. Dejar al Gobierno sin presupuestos en una crisis como ésta es decisión muy seria. Pueden ocurrir muchas cosas entretanto. También es verdad que los nacionalistas no deben de sentirse tan proclives al sí como en el pasado.
¿Supondría esto un acercamiento a los contrarios? La pregunta se le ocurre a cualquiera. Pero la respuesta es quizá mucho más rápida. De entrada, no. El PNV no puede olvidar que el PP ha sido tan cómplice como el PSOE en el acuerdo para desplazarle de Ajuria Enea. Porque han sido ellos, no López ni Basagoiti, los que tramaron el golpe; fueron Zapatero y Rajoy. Y ha sido la segunda vez. En la primera fue al revés. Gobernaba entonces Aznar y la oposición de Zapatero era casi seguimiento. En Euskadi, claramente. Mayor Oreja, que había aparecido como ministro estrella de Interior, contó incondicionalmente con el socialista Redondo Terreros. Fue en 2001. Mayor Oreja se estrelló en su carrera a la Lehendakaritza. El fracaso mandó a Oreja a Bruselas y el socialista Terreros ocupó un puesto en la empresa. Por ese lado, "tanto monta, monta tanto" presidente y candidato.
Hay quien se pregunta si "dejar caer a López desde el PP supondría el apoyo del PNV a Rajoy". Es verdad que lo primero sería factible. Es confesar que el PP tiene la llave de López. También, que Basagoiti ha repetido varias veces: "Aunque cayera Zapatero seguiría manteniendo en Ajuria Enea a López". Pero ¿si un día necesitara Rajoy los votos del PNV en Madrid? Sin llegar a eso, ya antes de celebrarse la reunión de Basagoiti-Urkullu, el PSE, el Gobierno vasco, socialista, tiembla ante un posible acuerdo Zapatero-PNV que debilite a López. ¡Demasiadas hipótesis y conjeturas! Pero en la política también pesan las convicciones.
Lo que sí se prevé más probable a partir del no del PNV a Zapatero es el endurecimiento de la oposición de este partido nacionalista en Vitoria-Gasteiz. Tanto más cuando López no parece respetar a las instituciones vascas que tanto tienen que ver en la cuestión económica, en la que tienen más experiencia que él y su gobierno. Sin dar respuesta a las tres diputaciones, Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, suelta en público sus propuestas. Nunca la arrogancia y la prepotencia son buenas consejeras.
Todo lo dicho deja clara una cosa -mejor, dos- una vez más. Tratándose de Euskadi pueden unirse los polos españolistas más enfrentados. No sólo perdedores y vencedores en la contienda, también los que defendieron la legalidad y la democracia frente a los que la rompieron. Entre éstos existen los nostálgicos del franquismo y quienes no lo han condenado, no ya como dictadura más o menos dura, sino como rebelión armada de las propias Fuerzas Armadas y las milicias de la Falange y tradicionalistas voluntarias. Hace mucho que me pregunto -aunque casi todos habrán muerto- ¿por qué a los militares que se levantaron en armas y a quienes se les unieron contra la legalidad y el Estado, no se les considera terroristas? ¿Es que no infundieron terror?
Por el contrario, en la propia Euskadi, los nacionalistas democráticos prefieren perder votos que podrían suponer escaños en el Parlamento de Gasteiz por ir desunidos en las elecciones. Por lo visto, vale más ser cabeza de ratón que cola de león. El protagonismo y el interés pesan más que lo que parece ser el centro del nacionalismo: el autogobierno para el bien más completo de Euskadi. Si eso es ser nacionalista.