viernes, 4 de junio de 2010

López y Zapatero, fracasos comunicantes

El PSE, que nunca fue autónomo, no puede librarse ahora del quebranto electoral del PSOE, López no es sólo subsidiario de Zapatero sino que es más dependiente debido a la laxitud de su liderazgo. Y el alivio de que Rajoy es alternativa inane es un autoengaño.

LA física y la política comparten ciertas leyes, como el principio de los vasos comunicantes. Fue Galileo quien dedujo que cuando vertemos un mismo fluido dentro de varios vasos de diferentes formas comunicados entre sí, la altura que alcanza el fluido es la misma para todos ellos. Quiere esto decir que los elementos comunes y homogéneos tienden a nivelarse. En política sucede algo parecido: cuando dos entidades forman parte de una misma estructura sus resultados -buenos y malos- influyen la una en la otra en magnitudes similares, salvo que sus puntos de unión sean de distinta densidad (caso de Euskadi y España). Esta es la razón por la que el PSE, que nunca fue autónomo, no puede librarse ahora del quebranto electoral del PSOE ocasionado por la pésima administración de Zapatero de la actual crisis y los drásticos recortes sociales y de inversión motivados por su incompetencia. Es una certeza matemática.

Si nos fijamos en la evolución de los datos electorales de Zapatero y López se observa que los buenos resultados del presidente español han tenido un reflejo directo y proporcional en la cosecha de votos del socialismo vasco. El llamado "efecto Zapatero" otorgó a López un caudal de apoyos considerable al conseguir que la dialéctica bipartidista se trasladara miméticamente a Euskadi, reduciendo el debate a una falsa disyuntiva PSOE-PP y limitando así las opciones del PNV. El "efecto ZP", en tanto las cosas iban bien en España, fue una ayuda imponente para que los socialistas de aquí mejoraran sus cifras. Ahora, el fluido del fracaso nivela por abajo a socialistas españoles y vascos, de la misma manera que antes el fluido del éxito los igualaba por arriba.

La conclusión es clara: López no sólo es electoralmente subsidiario de Zapatero (lo que no constituye una novedad respecto de otras épocas del socialismo español), sino que es mucho más dependiente a causa de la suma laxitud del liderazgo de López y la identidad de políticas y estrategias con Zapatero, con lo que la caída de éste conlleva el derrumbe (y soledad) de aquel. No hay duda de esta derivación, aunque se desconoce la magnitud exacta. Seguramente, en esta ecuación electoral la variable socialista vasca es equivalente a la variable castellano-manchega.

Nuestros socialistas conocen este hecho y se refugian en la teoría del oasis vasco. Según este producto de la alquimia política, así como es posible en Euskadi una alianza inverosímil en España, sería factible que las secuelas de la caída en desgracia de Zapatero no repercutiesen apenas sobre el actual lehendakari. ¡Qué delirante capacidad de autoconsuelo! Planteado de otra manera: creen que la teoría del oasis determina una excepción en la lógica electoral y que el principio de los vasos comunicantes tiene en López una excepción milagrosa.

¿Acaso se puede desconectar el aparato que te ha mantenido artificialmente vivo durante años y suponer que ya eres autosuficiente para actuar en la política real? PSE y PSOE, López y Zapatero, tienen destinos comunes (un acelerado desprestigio social y una segura derrota en las urnas) porque tienen principios idénticos (la inconsistencia y la circunstancialidad) y son segmentos de una misma entidad. Y es que uno no puede autodeterminarse de su sombra.

Hay otros factores que revelan sus destinos e identidades comunes. Zapatero salió elegido secretario general por un rebote (le votaron para evitar que ganase Bono), de la misma manera que López fue designado a toda prisa cabeza de los socialistas vascos no por sus méritos y previsiones, sino por la crisis producida tras el fiasco de Redondo Terreros en 2001. En 2004, Zapatero ganó las elecciones por la incidencia imprevista de un hecho trágico, el atentado terrorista del 11-M; como López llegó a Ajuria Enea por la alteración del escrutinio derivada de la ilegalización de la izquierda abertzale. Trampas, casualidades y mentiras jalonan sus itinerarios paralelos. López se iguala a Zapatero al hacer pagar a Euskadi la quiebra española, a pesar de que en estos años, como ha dicho con mucho ingenio el diputado general de Bizkaia, "mientras la cigarra (España) canturreaba, la hormiga (Euskadi) trabajaba". López y ZP son campeones de la improvisación; ambos tienen graves carencias formativas, aman la propaganda benefactora y uno y otro se mueven más por tácticas de saltimbanqui que por la política basada en la franqueza. Un par de oportunistas. Los dos entraron en el poder por la puerta falsa (atentado o ilegalización) y ambos saldrán por la puerta trasera como perdedores, bajo el reproche social de la ineptitud y con la estela de una dramática tasa de desempleo: dejarán en la memoria colectiva la frustración de los años perdidos.

Pese a la evidencia de la liquidación de un ciclo histórico, hay quienes creen en la capacidad de Zapatero para encontrar remedio a sus males extrayendo un conejo de la chistera: el final de ETA. Independientemente de lo parsimoniosa y contradictoria que será esa terminación y los riesgos de una gestión obsesionada con el rédito electoral, hay que entender que el punto de insolvencia pública al que ha llegado Zapatero no tiene vuelta atrás ni redención posible. Dos certezas y un estrambote: una, los desastres económicos y, en particular, las incertidumbres sobre las pensiones son errores imperdonables en las sociedades democráticas, tanto que una baza emocional (como el desenlace de ETA), por muy poderosa que sea, no bastaría para neutralizarlos; dos, la inteligencia y sensibilidad de los ciudadanos (de las que muchos dudan) han captado el peligro que significa la continuidad de Zapatero y López y sólo esperan que desaparezcan lo antes posible. Y el estrambote: el alivio de que Rajoy es una alternativa inane constituye un complaciente autoengaño, porque la gente en busca de refugio es capaz de lo indecible.

Zapatero y López tienen reunidos a sus gabinetes de crisis, formados por expertos en sociología y comunicación que, como un estado mayor de mariscales, definen y ordenan las acciones de contención y contraataque. Alguno ya ha dicho, con toda convicción, que hay que involucrar a la sociedad en los avatares del Mundial de fútbol y confiar en que la roja proporcione un respiro a sus gobiernos, como en 1964 el triunfo contra la URSS favoreció a la dictadura de Franco ante las desdichas de la gente. Pero la anestesia patriótica, sea cual sea su dosis, abrirá paso, tras el verano, a una realidad de angustias y un horizonte de miedo para 2011, como ya ha advertido Pedro Luis Uriarte. Pudiendo optar por la verdad y la dignidad en la salida (no conozco nada más decente que la dignidad del perdedor ante lo inapelable) se empeñan en la negación de sus fracasos y en la culpabilización a los mercados.

En Euskadi, la gestión de la nueva etapa marcada por la decadencia socialista es el reto de inteligencia política más importante que tiene ante sí el nacionalismo vasco desde 1975. Hay que llenar un inmenso solar vacío de ilusiones con un proyecto abierto e integrador, donde ya no sirven las ideas y métodos del pasado. ¿O es que la innovación es sólo para las máquinas?