La clave siempre son las personas. La coyuntura ayuda -u obliga-, la tecnología facilita y los medios cuentan, pero lo importante siempre son las personas. Es verdad que las circunstancias han favorecido el acuerdo entre PNV y PSOE. La necesidad de Zapatero ha sido una apisonadora que ha allanado, pumba, pumba, los escollos del camino. Eso o elecciones anticipadas. Reflexión compartida: ni este país ni aquél están para que entre el PP al galope de la mayoría absoluta. Ese horizonte azabache y el oficio de Erkoreka, Aspiazu o Iñaki Goikoetxeta con el vicepresidente Chaves, Alonso y compañía han sido determinantes. Pero la clave del acuerdo histórico ha estado en dos personas: Urkullu y Zapatero.
La relación sincera y franca, que no de amistad, que ahora mantienen dista mucho del contacto frío, casi inexistente, de hace apenas dos años. Fuentes cercanas a Urkullu achacan esa frialdad al desconocimiento mutuo, a la desconfianza que se profesaban nacionalistas y socialistas, los partidos, no las personas. El primero de los siete encuentros privados entre Urkullu y Zapatero, en 2008, reforzó esos recelos. Se trataron de tú, de Iñigo a José Luis, nada de usted o presidente, pero el jeltzale encontró un mandatario de esos que hablan con Dios todas las mañanas. Tras darle clases de lo que debía hacer el PNV, incluso se atrevió a decirle lo que su esposa Sonsoles pensaba sobre él de verle en la tele. Tal cual. Urkullu volvió a Bilbao más que contrariado.
Repitieron en julio de ese mismo año. Hablaron de economía. El político nacionalista le presentó el Plan de Aceleración del Gobierno vasco y las diputaciones. "Aún no había clima suficiente", opina un buen conocedor de las reuniones, quien apunta como motivos las sombras de Imaz e Ibarretxe en La Moncloa y la dudas de Zapatero sobre la capacidad de Urkullu dentro y fuera del PNV.
la inflexión Antes de las elecciones vascas se citaron de nuevo. Hablaron de pacificación, hablaron de añadir otras vías a la policial y judicial, hablaron de la aplicación de la ley de partidos, hablaron del modelo de Estado. Eso: hablaron. Con franqueza. Y se descubrieron. Comprobaron que la defensa de sus posiciones no estaba reñida con la voluntad de tejer acuerdos. La reunión marcó un punto de inflexión. La necesidad y la crisis han bajado los humos a Zapatero. La relación lo ha agradecido. El 1 de marzo, nada más conocerse el triunfo del PNV y las intenciones de PSE y PP, volvieron a hablar. Urkullu le ofreció corresponsabilidad y un gobierno de coalición con el PSE. Zapatero lo rechazó. "No puedo hacer nada ante la obcecación de los socialistas vascos", vino a decirle, según recuerdan medios próximos a la dirección nacionalista. El presidente del EBB le advirtió de que la decisión tendría consecuencias. Metódico, Urkullu siempre le recuerda al principio de cada encuentro lo que han hablado en el último.
El giro definitivo de Zapatero llegó en mayo de este año, en la votación del Plan de Ajuste. El PNV votó en contra. Varios ministros telefonearon alarmados a Urkullu. Después llamó el presidente. Desde aquella conversación su consideración del abertzale es otra: sabe que si quiere algo quien corta el bacalao es Urkullu. Ya no tiene dudas.
Los profesionales de la alta política también tienen vida. Zapatero, muy cercano en el tú a tú, ha expresado a Urkullu su admiración y extrañeza por el modelo de partido que encarna el PNV. Urkullu se ha interesado por cómo vive un hombre de provincias de León en Madrid, por cómo lleva su familia la presión del cargo, por su estado de ánimo ante la embestida permanente de la derecha. Y el leonés le ha abierto sus recuerdos familiares de la Guerra Civil, su intransigencia por lo que huela a fascismo, a alcanfor y a los vestigios del dictador. Y no, no podía faltar el fútbol. Entre un ex central del Larramendi y un culé confeso hay juego. Zapatero es admirador confeso de Llorente.
El segundo apellido de Urkullu es Renteria, pero podría ser Discreción. El presidente del EBB mostró su enfado el pasado mes de abril por la filtración de una de sus reuniones con Zapatero en un diario afín a la rosa. "Me han pedido discreción y me encuentro con los detalles en un periódico", protestó. No ha vuelto a haber filtraciones. Sí discreción. De las siete reuniones no hay ni una sola foto. El líder del PNV ha viajado en coche a Madrid para evitar aviones y aeropuertos, donde los rumores vuelan. Y nada de dispendios por el camino. Menú de La Moncloa a la ida (vainas, redondo con puré de patata y mermelada, melocotón en almíbar con mouse de coco, agua y café) y a la vuelta cena exprés en un restop de carretera llamado -qué casualidades depara la vida- Los Milagros, salida 146 de la N-1. Cinco comensales; otros tantos platos combinados: tres de huevos rotos, uno de chuleta con patatas y otro de ensalada y verdura para Urkullu. Dos cervezas sin alcohol, dos cocacolas y un botellín de agua; sí, para él. Café y té de postre. Total: 71 euros. Su cambio, gracias. Buen viaje.
Las reuniones personales se cuentan con los dedos de dos manos. Las llamadas de teléfono, ni con una manada de manos. Curiosamente, casi siempre en fin de semana o día festivo. Y casi siempre largas, muy largas. Zapatero no ha debido de ver ese castizo cartel que colgaba en algunos teléfonos públicos: el teléfono se inventó para acortar distancias, no para alargar conversaciones. La verdad es que había mucho por hablar. Treinta años de incumplimiento de una ley orgánica (ya casi más 31 que 30) tienen tela. Urkullu ha tenido puntualmente informados a sus compañeros de Ejecutiva de los contactos y de las llamadas. Y alguno de ellos, en broma, ha encontrado la clave que explica los telefonazos en festivos: "Claro, Sonsoles andará de gira con el coro, él estará aburrido y por eso te llama".
Bromas aparte, los dos últimos meses han marcado un punto de inflexión en la trayectoria de Iñigo Urkullu. Ya es más líder que dirigente. Los últimos acuerdos han visualizado, y socializado, la capacidad e influencia de un hombre discreto y constante. "De ser el presidente de un partido ha pasado a ser un actor de la política estatal. Ha saltado de la Primera División a la Liga de Campeones", compara una persona de peso en el PNV. La unidad interna y el acuerdo histórico logrado el viernes no parecen un mal balance para su primer mandato al frente del partido. Más bien todo lo contrario. El PNV está ahora mismo donde no podía ni imaginarse hace un año que podía estar. A otros les pasa justamente lo contrario. La clave siempre son las personas.