martes, 28 de diciembre de 2010

CATALUNYA tiene desde ayer nuevo president. Artur Mas, de Convergencia i Unió (CiU)

La gran responsabilidad de Mas:
El nuevo president del Govern de Catalunya pone su cargo al servicio del milenario pueblo catalán, defiende que la construcción nacional no es un trabajo para impacientes e integra a cinco independientes -uno del PSC- en su Ejecutivo

Martes, 28 de Diciembre de 2010-DEIA-

CATALUNYA tiene desde ayer nuevo president. Artur Mas, de Convergencia i Unió (CiU), tomó posesión de su cargo en un acto solemne que materializa la voluntad de la sociedad catalana expresada en las urnas el pasado 28 de noviembre. La mayoría de los 7,5 millones de catalanes optó por el cambio del cambio, término empleado -incluso manoseado- por los socialistas catalanes y vascos en su aterrizaje al poder en ambos países. Mas afronta una gran responsabilidad en el mandato que inició ayer. Todo dirigente que toma las riendas de un gobierno lo hace, pero más, si cabe, en una situación como la actual. La crisis económica -para cuya salida reclama al Gobierno español un Concierto económico similar al vasco- y la desafección constante de la ciudadanía por la cosa pública, y especialmente por los políticos y los partidos, hacen que el entorno de la acción de gobierno sea más difícil. El discurso de Artur Mas, breve de extensión e intenso de contenido, invita a pensar que el líder convergente llega al puesto con las ideas claras. "No me siento un resistente, tampoco un libertador, sino un constructor de Catalunya, de la nación catalana. La construcción nacional de Catalunya no es un trabajo para impacientes. La plenitud de Catalunya a la que muchos aspiramos requiere el esfuerzo constante, dedicación permanente, entusiasmo, ilusión, salvar obstáculos, no dar nada por perdido", arengó el president, que cuenta como aval -además de los 62 escaños, a seis de la mayoría absoluta- con una amplia y contrastada experiencia profesional e institucional, requisito mínimo e indispensable que debería presentar quien se enfrenta al enorme reto de gobernar un país. Mas sabe que está de paso y, lejos de cualquier egolatría, se esforzará en continuar el trabajo, en que la cadena no se rompa: "La vida institucional de un presidente es cuestión de años; la vida de las personas acostumbra a ser cuestión de décadas; la vida de los estados, en el mejor de los casos, en cuestión de unos cuantos siglos, porque no dejan de ser construcciones artificiales; pero la vida de los pueblos, de las naciones, de las culturas, se puede medir en milenios. Y yo me siento como una válvula más del engranaje que empezó más de mil años atrás". Su apuesta por incluir a consellers independientes -incluido el fichaje del socialista Ferran Mascarell, que ha escocido enormemente en un PSC a la deriva- parece una decisión inteligente e integradora para una escena política que necesita más consensos que frentes. Mas tiene la responsabilidad de dirigir Catalunya y también de demostrar que el cambio del cambio es una opción acertada. Le quedan días duros por delante que lo serán menos si hace caso a la inscripción que porta el timón que le han regalado sus padres: "Cabeza fría, corazón caliente, puño firme y pies en el suelo".