viernes, 24 de diciembre de 2010

Mensaje de Gabon: 1940

Por Arantzazu Amezaga Iribarren, * Concejal de NaBai en Eguesibar
- Viernes, 24 de Diciembre de 2010 - Actualizado a las 05:45h.

Telones negros cubrían las ventanas del cuartucho de una pensión de Amberes, en la Europa ocupada de aquel año terrible de 1940. Un hombre sentado, abrigado con mantas, sin combustible para fuego, escribía a la débil luz de una lámpara, con su letra legible pero apretada por la escasez de tinta y papel y por el apremio de su posible detención. Era un mensaje de Gabon. El 5º en su vida de mandatario del Gobierno vasco,

Un tupido bigote desfiguraba su rostro y reducía la rotundez de su mandíbula vascónica y, a su lado, unos lentes de cristal grueso, ocupaban un lugar importante. Si los nazis irrumpían en la habitación, debía colocárselos para mantener su personalidad de Dr. Álvarez, un hacendado panameño perdido en la guerra de Europa.

En la oscuridad del black out, con los nazis dueños del occidente del continente europeo, el lehendakari Aguirre se dedicaba a escribir un mensaje de esperanza y aliento a su pueblo disperso: a los hombres que permanecían en las cárceles y en los campos de trabajo del régimen franquista, a las familias separadas por la guerra, a los hombres y mujeres vascos, en cantidad de doscientos mil que, escapando de los verdugos de Europa, dirigían sus penosos pasos a América.

Era un mensaje más corto que el primero de 1936, pero no más flaco en resolución. Animaba a la unidad de los vascos… "vizcaínos, navarros, alaveses, guipuzcoanos… vascos todos… la bandera de la unión, basada en la libertad vasca, en la tradición y en el progreso social…" Era su preocupación constante, aparte de su beligerancia absoluta a favor de los aliados en la guerra que libraba Europa por la libertad. No descuida el lehendakari su celo por la conservación del euskara. Como un mandato inexorable, lo impulsa a hablar en esas condiciones atribuladas, incluyendo un párrafo del idioma natal en su mensaje.

Caían las bombas sobre Europa, como cayeron sobre Durango y Gernika. Las botas militares y las orugas de los tanques resonaban por el continente como chirriaron en las tierras vascas. La bandera con la esvástica ondeaba en los edificios públicos. La presencia militar era agobiante, entrenada y pertrechada. Nadie, excepto él, hombre perseguido y con identidad ajena, que presenció la derrota de Dunkerque, era capaz de prever el triunfo de los aliados en aquella horrible coyuntura. El terror se apoderó de la humanidad de aquel tiempo sin compasión, donde los campos de exterminio tenían levantadas las alambradas, preparados para su actuación monstruosa de solución final.

Al lehenedakari no le falta la fe, ni pierde la esperanza, ni se desalienta. Firma su mensaje, fechado en el exilio de Inglaterra, donde se presuponía permanecer, un 24 de diciembre de 1940, ultimado con estas palabras: "…Gabon eta Urte berri onak, aberkide maiteak". Entonces, se levanta, se coloca las gafas encubridoras, se atusa su bigote y, completada la desfiguración de sí mismo, decide deambular por las calles de Amberes. Sabrá más tarde, recuperada su personalidad de lehendakari, que su mensaje llegó a los prisioneros de los campos, a los condenados a muerte, a las familias resistentes, a los vascos de América, los recién llegados y a los por llegar, apiñados en los barcos… sorteó la censura del régimen franquista, triunfó sobre tanta adversidad, logrando conmover y alentar el corazón del pueblo vasco.

Tantos años después renace, al leer el documento, el brío con que un hombre encarnó su país. Eso lo hizo lehendakari. Supo responder a las expectativas de un pueblo abrumado por la pérdida de su libertad, unificarlo en la dura lucha de resistencia que tenían por delante. Cada año, el lehendakari continuó enviando su mensaje de Gabon, el primero fue en Bilbao en 1936 y firmó el último en París, en 1959, recibiéndolos los vascos, los de la Euskadi interior y los de la Eyuskadi peregrina, con aquella confianza, casi ingenua, de que el año que viene recobraríamos una Euskadi libre y en paz. Que podríamos responder al imperativo de una de nuestras más bellas canciones de llamado: el Ator, ator mutil etxera.

Fue uno de los primeros líderes vascos de su generación en partir de este mundo, pero dejó el irrevocable sello de su gestión animosa, de su honradez, de un liderazgo que ganó a fuerza del respeto que despertó entre los suyos y los adversarios. Su continua llamada a la unión fue el primero de sus objetivos. Y sigue siendo actual. Pactar sin renunciar, sin que haya vencidos ni vencedores en el camino. Recuperar la dialéctica democrática basada en el respeto de cada quien y del contrario.

Al leer este mensaje de Gabon del lehenadakri Agirre, renace la confianza de que, como pueblo, sorteadas tantas dificultades, podemos seguir adelante. Que estamos empeñados en no desfallecer en la exigencia de nuestros derechos fundamentales, por más dura que sean las circunstancias. Sólo hace falta, según su ejemplo, tener coraje, imaginación y optimismo. Y amor por el país.