Sabino Arana no fue el único “luchador loco” antiespañol. Así se le concibió, y se obró en consecuencia contra su persona y su proyecto político. Otros consiguieron triunfar, y su antiespañolismo está olvidado en los archivos históricos. Más aún: los países que lograron su independencia de España celebran con ésta la efemérides de su bicentenario.
Ya nadie se acuerda de que José Martí murió en 1895 en una batalla contra España y que José Rizal fue ejecutado en Manila por rebelión (1896). Fueron perseguidos por sus ideas, sufrieron el exilio y el destino final de la muerte a una edad muy joven. Pero a pesar de su corto recorrido temporal, nadie duda que los instrumentos de actuación que crearon obtuvieron resultados de trascendencia para sus correspondientes Países: se esté a favor o en contra, hoy no es posible negar que la creación de Partido Nacionalista Vasco ha sido determinante para Euskadi, al igual que el Partido Revolucionario Cubano de Martí y la Liga Filipina de Rizal.
En el caso cubano y filipino, España perdió dos importantes colonias, y en el caso vasco se prosigue sin capacidad ni voluntad de elaborar un proyecto de un nuevo modelo de Estado. El Lehendakari José Antonio Aguirre decía que los problemas perduran en el tiempo por falta de visión de objetivos ilusionantes para todos. Ante esta realidad surgen en consecuencia reivindicaciones y estrategias de diversa índole, de más o menos radicalidad. El propio Aguirre, en una de sus intervenciones como diputado en Madrid, se dirigió a la Cámara planteándoles si alguna vez se habían preguntado cómo deberían actuar que los vascos asumieran a gusto el modelo de convivencia dentro del Estado.
Pero, volviendo a Sabino, tampoco se recuerda el epílogo de Vida y escritos de José Rizal, escrito por D. Miguel de Unamuno, que recoge el historiador Jean-Claude Larronde en su obra sobre El Nacionalismo Vasco: “Rizal, la conciencia viva filipina, soñó una antigua civilización tagala. Lo mismo ha pasado en mi tierra vasca... En esta época mecí yo los ensueños de mi adolescencia, y en ella los meció aquel hombre singular, todo poeta que se llamó Sabino Arana y para el cual no ha llegado aún la hora del completo reconocimiento.. En Madrid, en este hórreo Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó a broma o a rabia; se le desdeñó sin conocerle o se le insultó. Ninguno de los desdichados folicularios que sobre él escribieron algo conocía su obra, y menos su espíritu”..
¿Se le erigirá algún día algún monumento de reconocimiento, como a Martí y a Rizal? O ¿existe miedo a reconocer en política que el nacionalismo ha sido desde sus orígenes reivindicación de más democracia?
Josu Legarreta
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